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Viaje por Italia (5) por A. de Azcárraga
Continuamos a compartir con vosotros las vivencias de éste viajero conocedor, curioso y simpático que recorrió Italia cincuenta años atrás...Gracias por vuestra compañia a lo largo de estos años...
(...) ¡Dónde hubiera ido a parar toda esta gente – artistas, mecenas y pontífices – en un régimen
comunista, execrador del culto a la personalidad! Rápidamente a un campo de concentración, donde
se hubieran encontrado, de haber vivido tambien entonces, con Diógenes Laercio, Plutarco, Vasari,
Carlyle, Ludwig, etc. (...)
El Renacimiento italiano exalto al máximo las personalidades valiosas, sus obras y acciones. Cellini
cuando expuso su Perseo, recibió el primer dia veinte sonetos laudatorios.
Y por cierto que en la fundición de esta escultura estuvo a punto de fracasar. El mismo relata que, al ver que le faltaba metal cuando deslizaba por el molde, arrojó en el crisol unas bandejas de plata que halló a mano.
Pasé algun tiempo en la Loggia de los Lanzi contemplando las demás esculturas que alberga, menos famosas que el
Perseo, aunque en mi opinión,mejores.
Entre ellas, el Rapto de las Sabinas, del flamenco italianizado Juan de Bolonia. De él es también la
estatua ecuestre que representa a Cósimo el Viejo, sita al otro lado de la plaza, ante el cual estuve
parado un buen rato; no ya por admiración a la escultura, sino para tributar así, con disimulo, mi
pequeño culto al viejo Medici. Creo que lo merece, por haber sido el primero en redescubrir el mayor
tesoro que nos negó la Antigüedad: la filosofia platónica.
Para acercarme a Cósimo hube de pasar ante la fuente de Neptuno, que está en el centro de la plaza.
Apenas la miré; pero al día siguiente recordaría una de sus esculturas al ver cierto cuadro del museo
de los Uffizi, la Madonna del Collo Lungo, de Parmigianino. Un reuerdo por asociación, más que de
ideas, de formas plásticas. La figura de la fuente y la Virgen del cuadro tenía parejo alargamiento y
sinuosidad, análoga longitud contorsionada – serpentinata, dicen los italianos --; características propias
del comun estilo de sus autores, pues el escultor de la fuente, Ammannati, era otro manierista como
el pintor.
Precisamente una de las cosas que me sorprendieron en mi viaje, fue la superabundancia de la
producción manierista italiana. Sorpresa natural para el no especializado, pues son los artistas del
Renacimiento y el Barroco los que acaparan – con evidente justicia, ésta es la verdad –las páginas
de los textos y publicaciones de arte, sin dejar espacio apenas a los manieristas.
No lejos de la fuente, en el pavimento de la plaza, ví una baldosa redonda con una inscripción conmemorativa.
Decía que en el mismo lugar hace cuatro siglos y medio, „por inicua sentencia fue ahorcado y quemado" el fraile Jerónimo
Savonarola.
Si lo de „inicua sentencia", se refería sólo a su ejecución, no digo nada, porque la pena capital es
cosa fuerte; pero si lo que se pretendía sugerir es su inocencia ya es otro asunto. Savonarola, como
todo puritano fanático, era un hombre funesto, como lo fueron el rígido Calvino, el implacable
Torquemada, el incorruptible Robespierre y tantos otros que podriamos añadir a la lista. Todos
estos tipos, antigüos o modernos, que creen poseer, ellos solos, la verdad absoluta, son pájaros de
cuenta y, (...) convendría encerrarlos en jaulas.
(...) En el muro lateral del Palacio Viejo hay otra lápida fechada en no recuerdo qué día de agosto de 1944, el de la entrada de los aliados en Florencia.
El texto de la inscripción, retorcido y enfático, asegura que la ciudad no les fue „dada" a los florentinos, „sino reconquistada a precio de ruinas, de tortura, de sangre por insurrección del pueblo", por victoria de los ejercitos aliados, sería el más resolutivo en la conquista de la ciudad a los alemanes.
La vacua prosa de Gabriele D'Annunzio y la retorica fascista no han sido extirpadas todavía.
(...)Visité luego la capilla de Santa Croce, una iglesia que constituye, aunque sin título oficial, el
panteón de las glorias italianas, pues allí abundan los mausoleos de italianos ilustres: Canova,
Rossini, Maquiavelo, Galileo, Miguel Angel, Dante...Algunos de estos mausoleos, como los de
Rossini o Dante, están vacíos; son más monumentos que tumbas. Lo más interesante de esta iglesia son los
frescos de Giotto, por desgracia mal conservados. A Giotto hay que verlo en Padua y cuando llegue a esa ciudad les hablaré
de él.
Junto a la iglesia estan la capilla y claustro de los Pazzi, magnas realizaciones de Brunelleschi.
Capilla y claustro son de una armonía tan equilibrada y melodiosa que basta entrar en ellos para
sentirse invadido de serenidad. Todos los elementos arquitectónicos guardan entre si la
correspondencia y el ritmo de la buena música, de la poesía. Parecen, no creo exagerar, soneto
o fuga petrificados. Brunelleschi era un genio y afortunadamente, Florencia esta marcada con su
sello. Fue el primer artista que vió publicada en vida su biografía, un honor que mereció sin duda.
Cuando pasé de nuevo, ya anochecido, por las plazas de la Señoria y el Duomo me sorprendió gratamente su moderada iluminación, que es la apropiada para conjuntos urbanos de esta clase. En ciudades artísticas no convencen los excesos luminotécnicos. (...)Sería una buena idea enviar a Florencia a los encargados de nuestra iluminación urbana.
Y, para aprovechar la expedición e igualmente con fines instructivos, agregar un buen número de
guardias ordenadores del tráfico. Florencia, excepcional en tantas cosas, también lo es por lo que a
sus urbanos se refiere, motivo por el que ahora les quiero hablar un poco de ellos.
Aunque bien vestidos, los urbanos italianos no son, desde luego, tan arrogantes como los de Montecarlo; pero les ganan en teatralidad y elegancia de movimientos. Sus manos, sus brazos, su cuerpo todo lo giran y flexionan con tan plástica y rítmica expresividad que se diría que han sido adiestrados en una academia de mímica y ballet.
Los autos, que –aún lo repetiré más veces – en Italia van velocísimos, tangentean su figura y les pasan
increíblemente próximos, afeitándoles literalmente. Como estos guardias son siempre muy jóvenes,
pensé al principio que eran los autos los que se encargaban de que ninguno alcanzara la madurez;
hipótesis errónea, pues en Italia hay relativamente, pocos accidentes, como en otra ocasion explicaré.
La razón de la juventud debe estribar en que, pasada ésta, no es posible tener la rapidez de reflejos que requiere la
circulación tan endiablada, ni la estética de movimientos que, sin duda, exigen las ordenanzas municipales.
El guardia de la calle de Tornabuoni me redordaba el Perseo de Benvenuto y el que dirigía el tráfico
ante el puente de la Trinidad tenía un movimiento de brazos que para si lo quisiera Leonidas Massine.
Yo me paraba ante los guardias en las horas punta porque sus actitudes me fascinaban.
Sobre todo cuando hacían a los autos cierto gesto con la mano, entre imperioso y despectivo, que un
madrileño de Lavapiés hubiera interpretado como un largo ya, panoli!; o ese otro gesto, felino y
espectacular, con el que iniciaban suavemente la vuelta para terminar con un ademán rápido y enérgico – quietos!-- con el
que detenían en seco la corriente circulatoria.
Tal vez ustedes me tilden de papanatas, y tal vez sea ésta, en efecto, mi verdadera vocación: yo
también soy capaz, como le sucedía no sé a quién, de pasarme una hora frente a una tapia tras la
cual dicen que está ocurriendo algo que no se ve.
Pero, piensen ustedes de mí lo que gusten, si algún día van a Florencia, no dejen de observar a un
guardia urbano en el pleno ejercicio de sus funciones. Merece la pena. "
(De: "Viaje por Italia" A. de Azcárraga. Resúmen a cargo de la Redacción del Blog, versión libre)