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REGISTRO DE OBRAS

Viaje por Italia per A. de Azcárraga (12)

WORK IN PROGRESS...

Paisaje italiano.- La Roma arqueológica.- El Capitolio y sus museos.- La Galeria Borghese.- El retrato de Inocencio X

"La mañana , que empezó nublada, se había aclarado bastante cuando en la estación de Siena tomé el tren para Roma. A través de la ventanilla se deslizaba un paisaje de viñedos, con unas vides grandes, apoyadas en árboles, o bien colgadas como guirnaldas de un árbol a otro. Mi ignorancia en agricultura es insondable; mas supongo que el alejar la vid del suelo mediante árboles, igual que en Galicia con pilastras de granito, se deberá a que la tierra toscana,como la gallega, es demasiado húmeda.

Los pámpanos de las vides y las hojas de los árboles eran de un verde seco, ferruginoso. Estábamos a fines de septiembre, el otoño ya había comenzado. Pasados los viñedos empezaron a sucederse las tierras de huerta y las de pastos; algunos campos de hierba aparecían salpicados de amarillo por la aglomeración de margaritas. Y siempre había olmos y cipreses, sueltos o en pequeños grupos.

Siempre, también, casitas, sobre las colinas o en pequeños valles. Era un paisaje humanizado, menos monótono que el paisaje francés, más armonioso y cultivado que el español. En la Italia que he visto no hay los yermpos de España. Y esto es precisamente, aunque no para los pobres campesinos, lo más hermoso del mundo: que en España haya estepas sedientas, de una épica soledad; que en Italia la tiera sea húmeda, superpoblada y lírica. La diversidad es la m bells de las diosas.

Hice transbordo en Chiusi, y a poco pasaba por Orvieto, cuya catedral se levanta majestuosa sobre una muela. Estuve tentado de bajar para ver los murales de Signorelli; pero ya era tarde, hubiera tenido que dormir allí y no anadaba sobrado nde tiempo.

Llegué a la estación Términi de noche. Esta estación, la más moderna de Europa, es amplísima; tiene capilla, oficinas de Banca, restaurantes y toda clase de tiendas y servicios, desde guardería infantil hasta callista. El inmenso edificio, de ese estilo que llaman funcional, parece muy bueno técnicamente; pero artísticamente, si he de ser sincero, no me decía gran cosa. Tal vez porque sea mudo, como sosprecho que es todo lo funcional, o tal vez porque yo sea sordo a esta clase de estilo.

Mis visitas en Roma las inicié, a la mañana siguiente, por sus ruinas más ilustres. Y la impresión primera y más concreta que en mí causó la visión de esa Roma arqueológica, la de los Foros, el Palatino y el Coliseo, fue una impresión de grandeza, de poderío. Estos romanos sabían concebir y ejecutar en grande. No dudo que se lanzaran a bacanales con la pasión del que debe morir al otro día, pero construían con la solidez del que piensa vivir eternamente.

Por supuesto no tenía la finura y la elegancia de los griegos. Esto se ha dicho hasta la saciedad; pero cuando el tópico refleja tan evidente es tontería negarla o eludirla. Y sin influencia de ideas preconcebidas, creo haber percibido realmente, en los restos de foros, basílicas y arcos conmemorativos que cada emperador levantaba para superar al precedente, en las proporciones y ornamentación de estas arquitecturas, un matíz de indelicado triunfalismo, cierta impronta de la tosquedad del soldado, algún signo de la plebeyez del nuevo rico.

Pero, también hay que decirlo, de esas ruinas transparece una voluntad de dominio y una grandeza que sobrecogen, aun sin pensar que en aquellos lugares, durante muchos siglos, se dictó la ley del mundo.

Ese pensamiento sobreviene después, fatalmente, al recordar que allí celebraban sus asambleas el Senado y el Pueblo romanos. Y entonces nos invade la segunda y punzante sensación que provocan estas monumentales ruinas: la del paso de los siglos. En pocos lugares del mundo debe hacerse tan manifiesto el transcurso del tiempo; en muy pocos podrá sentir el hombre de un modo tan directo y palpable su condición de ser histórico. Una punzante y melancólica sensación, porque nos trae al primer plano la inanidad de la existencia.

Por lo demás, el contraste de esta antigüedad desmoronada con los modernos edificios que la rodean es de una extraña belleza. Estas ruinas acotadas y bañadas de luz son como piedras preciosas engastadas en el cuerpo de la ciudad. Al anochecer, en estos momentos en que se hacen más indecisos los restos de templos, arcos y basílicas, más vagos los perfiles de pórticos rotos y columnas mutiladas, todo el conjunto adquiere una misteriosa grandiosidad. Yo volví por allí otro día en que la luz roja de la iluminación del Coliseo hacía eco a unas nubes cárdenas y anaranjadas sobre el Palatino, y era un espectáculo admirable.


Para no malograr este recuerdo, me abstuve cuidadosamente de asistir a la representación "Luz y Sonido" que se da allí por las noches y que supuse abundaría en las vulgaridades tipo "Reader's Digest, propias de esta nueva clase de espectáculos.

El turismo en Roma, pese a que el verano había concluído, era todavía muy intenso. En Italia hay turismo todo el año. Mi hotel estaba ocupado totalmente por extranjeros, entre los que había un grupo de españoles e hispanoamericanos venidos en el autocar de una agencia de Madrid.
(...)
sigue...

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