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Viaje por Italia (2) por A. de Azcárraga
Un viaje a Italia (2) per A. de Azcárraga
(...) "Pese a todo, el cementerio genovés es bonito; pero le falta algo, no sé si religiosidad o poesía. Uno no es coleccionista de camposantos; pero, cuando se llega a cierta edad, se ha visto forzozamente una serie de ellos, y su recuerdo surge.
La evocación del cementerio de Père Lachaise, en el que pensaba hacía rato, no era muy favorable para el de Génova. Y eso que el cementerio parisién tampoco tiene demasiada religiosidad y, en materia escultórica, en inferior.
Pero el accidentado terreno en se asienta, su abundante arbolado y el sinnúmero de nombres famosos tallados en sus lápidas, hacen de aquel rincón uno de los más bellos, espirituales y poeticos que pueda imaginarse.
Yo lo visité una inolvidable mañana, neblinosa y humeda, y aconsejo a todo el mundo esta peregrinacion al lugar donde reposan muchos seres a los que, por una razón u otra, todos debemos algo: Chopin y Rossini, Gericault y Delacroix; Balzac, Maupassant, Baudelaire; Madame Recamier y Alfonsina Du Plessis, más conocida por la Dama de las Camelias.
Inte rrumpió mis recuerdos nuestro guía, quien tras una nueva alusión al próximo aperitivo, „obsequio de la agencia", nos llevó a la catedral de San Lorenzo.
Allí contemplé por vez primera esa típica ornamentación italiana, que imprime tanta gracia y alegría a
sus arquitecturas, y que consiste en revestirlas con franjas de marmol de alternados colores.
La catedral contenía obras interesantes y, en su tesoro, un cáliz que, como el de Valencia, es tenido
por el auténtico de la cena, pero que parece mas probable sea un botín de guerra procedente de la
Cesarea.
En no recuerdo dónde, el guía nos señaló la casa de Cristobal Colón.
--Hasta casa le han encontrado ya a Colón – dijo la señora mejicana --. Con lo difícil que está el problema de la vivienda!
El pregonado y maldito aperitivo –gratuito-- que habíamos de tomar en el piso 31 de un rascacielos, se quedó en un simple
vermut, sin tapa, en un bar a ras del suelo.
Menos mal que el bar estaba a la orilla del puerto, que en aquel día de cielo gris ofrecía un bellísimo panorama.
Hace tiempo he llegado a la conclusión de que no hay ningún color mas delicado y elegante que el gris,
ni más sensible y apto para la expresión de los matices. Piensen ustedes en los grises plateados de
Velázquez, en los ligeros y frescos de Franz Hans, en los cuadros de la época grisea de Goya, en los
grises misteriosos de Tintoretto, en los cremosos de Manet, en los grises límpidos, húmedos y un
poco violaceos de Marquet...También la naturaleza compone en gris magnificas sinfonías; y una de
ellas es la que ofrece, con acento melancólico, cualquier mañana lluviosa en un puerto.(...)
Tuve tiempo todavía, antes de comer, de ver el Palacio Real, donde había un estupendo Ribera y
un falso Velázquez. Por los museos del mundo, en cuanto hay un retrato de Felipe IV sin firmar, se lo
atribuyen a Velázquez.
Aquel no tenía firma de nuestro pintor ni la simple huella de sus pinceles. Después del almuerzo estuve callejeando por otros
barrios más alejados, que me parecieron más sombríos y pobres que los que había visto por la mañana.
Visité el Palacio Blanco, donde hay poca pintura, pero de gran calidad y muy bien instalada. Tanto
este museo como el anterior eran de entrada gratuita, particularidad que, más que con la fama de
avarienta de Génova, se acomodaba con su epiteto de „Soberbia", y que ya no volvió a repetirse en
todo el viaje. Allí había bastantes cuadros de la llamada escuela genovesa, que a los españoles nos
han de traer especialmente porque recuerdan nuestra pintura.
Fueron, de entre los genoveses, unos lienzos de Lucas Cambiaso los que más me llamaron la atención.
Porque, aparte de parecerme superiores a los cuadros de este pintor en El Escorial y el Prado, hallé
los tales lienzos de un caravagismo asombroso. Tanto asombroso como imposible; pues cuando
Cambiaso murió, Caravaggio tenía sólo doce años.
Y si, además de esto, y para no salir de Valencia, nos pasamos por nuestro Museo del Patriarca y,
después de contemplar el Caravaggio allí existente, nos fijamos en el claroscuro de los apóstoles de
Navarrete (que era de la edad de Cambiaso) y en el de las obras de Ribalta (algo mayor que el
genovés, pero también más joven que Caravaggio) tendremos motivos para sospechar que la atribución exclusiva al
Caravaggio de la paternidad del tenebrismo es un tanto discutible.
El tenebrismo según parece, no lo inventó nadie en concreto; era algo que estaba en el ambiente y a lo que tendía
fatalmente la pintura de aquel tiempo en su evolución estilistica y técnica. Pero éste no es un tema para ser tratado aquí, y menos por un vulgar aficionado como yo.
Y además, he de tomar el tren para ir a Pisa, la patria de Galileo. ...De la estación de Génova partían varios trenes para Pisa.
Yo había visto en el cartel un accelerato y, como me gusta la rapidez, en ese subí y me acomodé en un departamento de
segunda. En Italia no hay tercera, ya que está suprimida en casi toda Europa. España y Rusia son tal
vez las únicas excepciones (...). La segunda de mi tren lo era sólo de nombre, pues de hecho era tercera.
El trayecto hasta Pisa, corto en realidad, lo hizo mi tren con una lentitud desesperante y sin perdonar ni una estación, lo que no concordaba con la fama de rapidez de los trenes italianos.
Llegué a Pisa con el tiempo justo para cenar y acostarme.
A la mañana siguiente me eché a la calle a primera hora. La famosa Torre inclinada, que sobresalía tras los tejados, me servía de orientación.
Pisa es una ciudad pequeña, sita en una llanura y cruzada por el río Arno, sin altos edificios –
afortunadamente-- que rompan su unidad urbana. Toda ella parece estar hecha para albergar en su
seno ese prodigio de gracia y hermosura que es su plaza de los Milagros.
Esta plaza es una explanada de césped, como un inmenso campo de fútbol, limitada en parte por
restos de murallas y sobre las que se yerguen cuatro deslumbrantes edificios de mármol: Camposanto, Baptisterio, Duomo y
Campanil; un conjunto insólito por su amplitud, su armonia y belleza.
Gabriele D'Annunzio, que juzgaba los cuatro edificios otros tantos milagros arquitectónicos, fue el
que propuso el actual nombre de la plaza. Tenía habilidad, el exquisito D'Annunzio, para poner
nombres; el mismo se bautizó con su arcangelico seudónimo, que encubría, según sus enemigos,
el más prosaico nombre de Cayetano Repagnetta.
Ustedes, los que no hayan ido a Pisa, habrán visto el conjunto monumental de su famosa plaza en fotografías, en el cine...Pues bien, no lo han visto. La mejor fotografía en color, una película de cinerama, son pobres aproximaciones de la estupenda realidad.
Visité primero el Camposanto, un cementerio cuya tierra procede del monte Calvario, traída por las
naves pisanas luego del fracaso de la tercera Cruzada. Según la leyenda, esta tierra milagrosa
transformaba los cuerpos en esqueletos en venticuatro horas –prodigio de la aceleración cuya
ventaja no acabo de comprender --.
En galerías abiertas se alinean, en plan de museo, numerosos sarcofagos, entre los que ví uno muy semejante al no hace mucho rescatado del mar e instalado en el museo de Tarragona: el Mediterráneo, repitamos el tópico, unía todo el mundo antíguo. Sobre los muros quedan todavía algunos bellos frescos, los que han podido restaurarse después de los bombardeos que le Camposanto sufrió en la última guerra.
El Baptisterio, edificio circular de mármol blanco, adornado con arquerías románicas y pináculos
góticos, es como un hermoso pastel al que entran las ganas de meterle el tenedor.
Su interior, en cambio, resulta un poco friío. La pila para el bautizmo por inmersión mostraba, en
su enlosado, el mismo ondulante dibujo que ya había visto en algunas aceras de Lisboa, en el
pavimento de la Explanada de Alicante y también, gracias al cine, en la aceras de Río de Janeiro. Largo y curioso viaje el
de un simple motivo ornamental!
De Italia saltaría a Lisboa, y de aquí lo llevarían al Brasil los portugueses colonizadores. Y ahora el Brasil nos lo devuelve en sus películas, que seguramente son las que han inspirado a los alicantinos para embellecer su marítimo paseo.
Al dar vuelta al púlpito, obra notable de la escultura pisana, observé que dos turistas, bastante separados entre sí, pero pegados ambos al muro circular, parecían hablar y oírse perfectamente (...)
El Duomo o Catedral de Pisa, obra maestra del románico italiano, no sorprende por sus dimensiones, sino por su equilibrada proporción.
Su cúpula fue la primera montada sobre tambor; pero lo más atractivo de esta iglesia en su fachada
con galerías de arcos sobre columnas, de armoniosa ligereza, que sirvió de modelo a toda la
Toscana. El interior tiene algo de oriental, influencia explicable por el gran comercio marítimo de Pisa
con los países musulmanes.
No sé porqué razón, la catedral abunda en escultura y escultura de los llamados manieristas: Ammanati, Juan de Bologna, Sodoma, Sogliani, Beccafumi, y también Andrea del Sarto, al que no suele juzgarse manierista, pero que, para mí, es el decano de este estilo.
En la catedral admiré también lo que se juzga la obra maestra de esta iglesia, los relieves del púlpito, que recuerdan a los marfiles góticos franceses, y en donde aparece un Moisés que algunos creen claro antecedente del de Miguel Angel.
(...)Sobre la nave central pende un lampara bizantina, famosa por la leyenda, que sobre ella corre. Se
dice que Galileo, distraído un día en la iglesia, fue a fijar su atención en el balanceo de la lámpara,
movida al encender los hachones.
Su espíritu observador le llevó a determinar el tiempo de cada oscilación y, a falta de reloj, midió por los latidos de su pulso. Y comprobó que las oscilaciones, aunque iban disminuyendo de amplitud, duraban siempre el mismo tiempo. Así descubrió la ley del isocronismo de las oscilaciones – por una casualidad que, excusado es repetirlo, solo acontece a los sabios.
El Campanil o Torre inclinada, o como dicen los italianos, la Torre obliqua es, en mi opinión – y con permiso de Ruskin, que la juzgaba horrible--, un edificio de soberbia hermosura. Y por cierto que esta torre, de altura pareja a nuestro Miguelete, parece al natural más inclinada que en las fotografías.
Si desde arriba de ella, de su borde más abajo, se deja caer una plomada, ésta se posara en el suelo a una distancia de dos metros y cuarto de la base. Colocado uno abajo, en este parte del terreno, se tiene la inquietante sensación de que la torre, con sus quince mil toneladas de peso, se nos va a venir encima de un momento a otro; sensación que en mí se hizo más viva cuando me advirtieron que si un huracán que alcanzara no se qué potencia y que obrara en el mismo sentido de la inclinación, podría derribarla.
Sobre la causa de la inclinación no hay todavía acuerdo. Unos la atribuyen a corrientes de agua subterránea que han corroido los terrenos subyacentes. Otros piensan que fue buscada de propósito, como alarde de bizarría, por el arquitecto constructor. Esta segunda hipótesis se basa en que los trabajos de edificación , interrumpidos mucho tiempo en el tercer cuerpo, no hubieran sido reanudados de creer que la inclinación procedía de un hundimiento (...).
Finalmente si mi vista no me engañó, el octavo y último cuerpo se desviaban un poco en sentido
contrario al resto de la torre, lo que sería indicio de que sólo al llegar al ese punto debió empezar
a inclinarse lo ya edificado.
Pero, sea lo que fuere, sorprende la ausencia de documentos y tradición oral en cosa tan importante
para una ciudad como la erección de su máxima torre.
Recordaba yo (...) versos de Quintana cuando empecé a subir la escalera de la torre cuyos peldaños, de
muy poca altura y extraordinariamente desgastados, hacen que la ascensión resulte a la vez cómoda y
peligrosa. Y, lo que ya no esperaba, un poco mareante. Casi llegué a pensar si yo también giraba „por el piélago inmenso del
vacío".
Pero mi sensación era explicable. La marmórea escalera de caracol tiene en su conjunto la misma inclinación de la torre, de donde resulta que el que sube, que por instintivo equilibrio mantiene siempre la vertical, se aleja y aproxima, a cada media vuelta, al eje siempre inclinado de la torre. Por una ilusión óptica, cree entonces que se balancea, como si ascendiera por la escalerilla de un barco en día de marejada. Y ya saben ustedes lo del reflejo condicionado...al llegar arriba observé, sobre la plataforma de la torre, los productos de otras nauseas nada metafísicas.
Pero aparté de allí la mirada para contemplar a lo lejos, en el atardecer dorado, la línea borrosa del
Tyrreno, donde el Arno cede sus aguas, y más cerca, sobre el plano de césped que se extendía a mis
pies, los mármoles del Duomo y del Baptisterio, que parecían arrebolados por los besos del sol
poniente – y excusen lo trasnochado de mi estilo para describir aquel estupendo efecto de luz.
Es seguro que, originariamente , todos estos edificios no se hallarían aislados entre si, sino arropados por el caserío medieval. Pero habla bien en favor de los pisanos el que hayan ido eliminando estorbos para su contemplación, hasta dejar esta arquitectura como perlas sueltas sobre el terciopelo de césped.
(Resúmen libre del texto original de 1967, a cargo de la redacción del Blog).
NOTA: Se agradece la colaboración de la biblioteca LM1 de la UniPisa.
La Laguna (52) per N. Cataldo
Esta vez...Nico, por partida doble! Gracias... ;)
Ciao a tutti! Come vi ha trattato questo primo mese dell'anno?
A me benissimo e non è ancora finito visto che vi scrivo nel primo pomeriggio di quest'ultimo lunedì di gennaio.
Da qualche anno a questa parte è diventato quasi (è difficile competere con agosto;) il mio mese preferito dell'anno.
Perché? Per varie ragioni. La principale è forse che in questo mese non ho molto lavoro e ciò mi
permette di rifiatare un po' e di ricaricare le pile in vista dei prossimi quattro-cinque mesi che, se
la tendenza degli ultimi anni si conferma, saranno di fuoco.
Starete pensando che anche nelle due settimane a cavallo di Capodanno non lavoro e avete ragione.
E allora cosa rende speciale gennaio? In primo luogo, ho quella quantità perfetta di lezioni che mi fa pensare al mio lavoro come se fosse un hobby e/o quasi una piacevole distrazione. Ma, soprattutto, sono una delle poche persone che in questo periodo è in semi-vacanza e ciò è un vantaggio in tutti i sensi. Evidentemente a livello psicologico, ma, soprattutto, a livello pratico.
In poche parole, riesco a combinare un po' di lavoro, giornate di relax con orari diversi da quelli a cui sono abituato in altri periodi dell'anno, commissioni varie che ero stato costretto a posticipare negli ultimi mesi e altre che posso e riesco ad anticipare per potermi dedicare più avanti quasi esclusivamente al lavoro.
Tra le altre cose, sono stato dal meccanico per risolvere un paio di piccoli problemi che si portava
dietro la mia macchina, ho visitato il dentista che in data venti gennaio ha sancito la mia definitiva
maturazione cacciandomi via il dente del giudizio ;)
E ancora, come direbbe il mio amico Manu, mi sono finalmente preso le mie responsbilità da maestro birraio e non solo.
Infatti, domenica ventidue gennaio con la ricetta del mio amico di Bari, Lucio, e l'inestimabile aiuto di Juan e dello stesso Manu, ho creato la "mia" Hard Beloña, birra artigianale che imbottiglieremo prossimamente e che sarà pronta per l'assaggio a fine febbraio per accompagnarci in pieno carnevale.
Si chiama Hard Beloña perché a Lucio, che fa di cognome Bellomo, piace molto il nome femminile
spagnolo Begoña e perché, a quanto dice lo stesso Lucio e conferma Teresa (loquace impiegata del
più importante negozio per birrai di Tenerife), è stato un anno duro per i luppoli in giro per il mondo.
È la mia prima creazione birraia e incrocio le dita affinché sia buona e devo ammettere che seguire e
coordinare tutto il processo è molto diverso da collaborare sono in alcune delle sue parti.
Tra gli altri piccoli vantaggi di questa specie di orario part-time che porta sempre con sé il mese di gennaio possiamo annoverare la possibilità di vedere in diretta un bel po' di partite di calcio e in questo senso si può dire che quello che sta volgendo al termine è stato il mese della Copa del Rey. E continuerà in queste prime due settimane di febbraio durante le quali si svolgeranno le semifinali di andata e ritorno, una delle quali sarà Atletico Madrid-Barcelona.
Purtroppo, il mio Madrid è stato giustamente eliminato dal Celta de Vigo nei quarti di finale dopo
aver eliminato il Sevilla in un doppio confronto davvero entusiasmente. Anche la Liga quest'anno è molto
appassionante e proprio ieri sera assieme ad alcuni amici ho assistito alla vittoria del Madrid sulla
Real Sociedad che lo riporta nuovamente ad un discreto margine di vantaggio sugli inseguitori.
Ma se pensate che si è trattato di un mese di sport solo passivo, vi sbagliate alla grande perché in quest'ultimo periodo ho avuto voglia e tempo di allenarmi un po' in quella che si sta trasformando in una piccola passione: il running. Infatti, sono potuto uscire a correre quasi tutti i giorni e soprattutto ho partecipato a varie corse.
In rigoroso ordine cronologico: otto chilometri a Fasnia a metà mese, sette e mezzo a Santiago del
Teide settimana scorsa e quattro chilometri a La Laguna proprio ieri. Molti dei miei amici sono rimasti
sorpresi dalla mia partecipazione a quest'ultimo evento. In realtà, ho deciso di prendervi parte
principalmente per tre motivi: la quota d'iscrizione andava in beneficienza alla ricerca contro il
cancro, si svolgeva a solo quindici minuti di macchina da casa (a differenza di quanto succedeva con le altra due corse) e poi
volevo vedere se potevo accelerare un po' e abbassare i tempi... e ci sono riuscito!
E mentre io correvo per le strade del centro storico de La Laguna, Nadal e Federer si prendevano a pallate in Australia. Nonostante la concomitanza di sport attivo e passivo, grazie all'aiuto (e all'assenza;) di tecnologia non mi sono perso la grandissima finale dell'Australian Open.
Prima di andare a La Laguna avevo messo a registrare la finale e poi ho spento il telefono e mi sono
scollegato dal mondo cibernetico per non sapere il risultato della partita... e ci sono riuscito! E così,
non solo mi sono goduto un partitone di tennis come se lo stessi vedendo in diretta, ma anche ne ho
approfittato per stare una mezza giornata senza telefono. Sarà che a volte penso di essere nato nel
secolo sbagliato, ma vi consiglio vivamente di farlo ogni tanto... si guadagna in libertà.
Tuttavia, non è stato solo un mese di sport, ma anche di cultura.
Come sempre l'aumento del tempo libero, fa crescere in modo esponenziale la mia fame letteraria e in questo senso gennaio si sta rivelando un mese di grandi letture sia in quantità che in qualità... e non è ancora finito!
Così come non è ancora finito il libro che sto divorando in questi giorni e che vi consiglio con il cuore
in mano: El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, scrittore uruguayano che nei suoi mini racconti
ed aneddoti riesce a combinare senso comune, magia e poesía. E pensare che normalmente
preferisco i romanzi!
A proposito di libri, qualche giorno fa ho scoperto, su consiglio di una mia vecchia fiamma del primo anno sull'isola con cui sono rimasto in buoni rapporti (con la ragazza e anche con l'isola;), Solican, una libreria solidale e mágicamente disordinata in pieno centro di Santa Cruz dalla quale sono uscito con nove libri in più (uno in inglese, due in italiano, il resto in spagnolo) e dieci euro meno.
Fatevi due conti!
Non solo letture, comunque. Anche un bel po' di film, al cinema ma soprattutto vecchi film che avevo in sospeso da troppo tempo. Ed è sempre un piacere pagare debiti di questo tipo ;)
Tra questi, Frida, in cui una meravigliosa Salma Hayek interpreta la magica pittrice messicana. Per
chi non l'avesse visto, film bellissimo con una gran colonna sonora.
Dulcis in fundo, la serata di venerdì scorso in cui abbiamo fatto una bella e riuscita sopresa ad una
collega che domani andrà in pensione.
È stato davvero bello vedere la faccia di Peggy al suo arrivo in un ristorante nel quale pensava che avrebbe cenato solo con un'altra persona. Invece, eravamo circa venti a gridarle SORPRESA!!! Lei se lo meritava e, inoltre, il buon ambiente che regna tra noi colleghi nel centro in cui lavoro è uno dei motivi per il quale mi piace la mia professione.
Si è trattato quindi di un'ottima occasione per condividere un momento fuori dall'ambito lavorativo con i compagni di lavoro e per festeggiare un pensionamento anche perché, con l'aria che tira, chissà se festeggeremo quello della mia generazione ;)
Un abbraccio intergenerazionale!
Nico
Viaje por Italia (1) por A. de Azcárraga
Un placer condividir con vosotros un Viaje por Italia y ver...que muchas cosas no han cambiado!
De: "Viaje por Italia" por A. de Azcárraga, editado el 1967.
"Se puede visitar un país extranjero de muchos modos. Uno, hoy muy frecuente, es el viaje colectivo en autocar. Se va a la agencia de turismo, se elige alguno de los circuitos prefabricados, se abona la inscripción...y ya se sabe. Como el itinerario para mayor aliciente, comprende muchos lugares y, para mayor economía, los días son pocos, el viaje resulta una carrera. Una loca carrera solo interrumpida por breves detenciones en las ciudades de las que apenas se ve nada. En cuanto al contacto con la población del país que se visita es menos que nada: uno va encerrado con sus compatriotas en el autocar , con ellos rueda kilómetros y kilómetros, con ellos charla, con ellos come y cena...
Igual que jurídicamente en los casos de extraterritorialidad, aquí, psicológicamente, ninguno sale de su propio país. Observen a esos viajeros a la vuelta: solo les oirán anécdotas de sus compañeros de tour, o referencias de las cosas que comieron. Si vieron algo, lo han olvidado.
Otro modo de viajar por el extranjero, tal vez el más usual, es yendo en coche propio. El sistema tiene sin duda, las ventajas de la autonomía y de la no sujeción a horario y por supuesto, el que se ve algo más. Pero el contacto con la gente del país visitado es también harto escaso. El automóvil es como un fanal aislante; permite ver a
través el paisaje, pero no deja comunicar con los que lo habitan.
El automovilista vive el coche, no el país que recorre; y así, cuando retorna, su principal tema de
conversación se centra en el comportamiento de su vehículo, cuyas cualidades, ocioso es decirlo,
superan las de cualquier otra marca, sobretodo manejado por un experto conductor como, naturalmente, es también su
caso.
El distanciamiento con los indígenas es mayor todavía si el turista es hombre pudiente que no utiliza más que el avión y se hospeda siempre en hoteles de gran lujo. Entonces tratara solo a los usuarios de las grandes líneas aéreas, a los habituales de las cadenas Carlton o Hilton, gentes que no pueden dar al viajero la más pequeña idea del país que visita. Porque esas gentes son de molde internacional , igual en todas partes. Sus costumbres son uniformes: comen y beben lo mismo, visten de igual modo, bailan los mismos bailes...Y, por la poca experiencia que uno tiene del género, suelen ser también igualmente aburridas.
Si descartamos el viaje a pie, estilo globe-trotter --que me parecería el mejor--, de tener menos años y más tiempo disponible--, queda otro modo aun de hacer turismo, ya arcaico y vulgar, pero el más apropiado para hombres curiosos y de economía subdesarrollada: el viaje en ferrocarril.
Los vagones de tren facilitan unos contactos muy aleccionadores con la población del país visitado y
son propicios a la charla y al establecimiento de rápidas amistades. Nada más parecido a un amigo
íntimo que ese desconocido con el que simpatizamos en el tren y con quien intercambiamos en un par
de horas nuestras más sinceras y reservadas opiniones.
Por los motivos expuestos decidí hacer mi periplo de Italia utilizando el ferrocarril. El objetivo modesto y declarado de mi viaje era echar un vistazo a las poblaciones del recorrido y a sus monumentos y museos, en especial los de pintura.
El otro objetivo, más ambiciosos y casi inconfesable, se cifraba en la esperanza de entrever, al contacto con las tierras y los hombres de Italia, algo de sus secretos.
Una esperanza quimérica. Más bien, por el contrario, el lector deberá excusar que en mi relato caiga con frecuencia en el lugar común. Las rutas seguidas y las ciudades vistas han sido ya muy transitadas y descritas, y solo falseando la realidad podría yo decir de ellas algo nuevo.
(...) Ya en el tren hacia Génova me di cuenta de que, desde Barcelona el material rodante que había usado era todo de procedencia italiana, de Turín. En el último tren francés, incluso los cartelitos de las ventanillas iban ya en la lengua de Dante: Chiuso, Aperto, è pericoloso sporgersi... "Pericoloso". Que graciosa palabra!
Tras la Costa Azul sin solución de continuidad el tren avanza bordeando la Riviera dei Fiori.
La Riviera italiana es muy bonita, pero recién contemplada la Costa Azul, desmerece.
La urbanización, las edificaciones, las villas, todo baja de tono sensiblemente. Su nombre es justo: entre la línea férrea y el mar, al aire libre o en invernaderos, las plantaciones de flores, sobre todo de claveles, se suceden ininterrumpidamente. Es una policromía encantadora sobre el fondo azul del Mediterráneo. La floricultura y el turismo son la base económica de esta región.
Próximo a San Remo leí sobre los postes del telégrafo, bajo la calavera y las tibias, el aviso: Chi tocca i fili, muore. Es mucho más enérgico que nuestro "No tocar, peligro de muerte". Nosotros advertimos del riesgo de morir, en Italia dan la muerte por segura.
El lenguaje italiano , como el portugués, hipertrofia un tanto las cosas. En Italia, por ejemplo, llaman millepiede a lo que nosotros llamamos cienpies; maresciallo –mariscal—al sargento mayor.
Pero debo ya declarar que en cuanto cruce la frontera franco-italiana y me halle rodeado de italianos en el tren, experimente una sensación que podría resumir en esta frase: "Otra vez en casa". Y en los días sucesivos comprobé que no era un espejismo; un español en Italia se halla como en su casa a todos los efectos.
(Capitulo II: Génova la Soberbia...)
"Génova es una ciudad que ofrece evidentes analogías con Marsella y Barcelona. Las tres son puertos de mar, los más importantes del Mediterráneo; las tres muestran la misma apasionada actividad mercantil; la tres poseen sendas y hermosas vías que bordean o conducen al mar: Vía Balbi, la Canebiere, las Ramblas. De esas tres avenidas, a mi juicio, la más interesante y de mayor personalidad es la catalana. Las Ramblas constituyen una avenida de un atractivo singular, multiforme, inagotable. La Canebiere es una avenida más sencilla y optimista; la Via Balbi con sus palacios, es la más señorial.
Las tres vías delatan la vocación marinera de las tres ciudades de igual modo que en Valencia la inexistencia de una vía análoga revela la falta de esa vocación. Pues no cabe emparejar con las citadas la avenida del Doncel Don Luis Felipe García Sanchiz, que incluso con su largo e inexplicable nombre subraya los tres kilómetros que nuestra ciudad dista del mar, en tanto que las otras ciudades están en su misma orilla. Tal vez a Valencia, su llana e indefensa costa, tentación de piratas, la obligo a retraerse; tal vez hubiera sido más marinera de no tener un suelo tan feraz.
Es difícil saberlo —con lo que solo quiero expresar que yo lo ignoro. De las ciudades mencionadas,
Génova es, como digo, la de mayor prestancia, aunque aparezca levemente descuidada e incluso,
para decirlo todo, un poco sucia. Instalada sobre colinas dispuestas en anfiteatro frente al mar, esta
ciudad fue llamada "la Soberbia" por esta misma situación, por su pasado de gran republica marítima
y por sus numerosos y bellos palacios.
Llegue a la ciudad ya de noche y, a la salida de la estación, en la plaza Acquaverde, me enfrente con la gran tarta del monumento a Colon, que ostenta la dedicatoria: A Cristoforo Colombo, la patria".
"Siempre se aprende en los viajes", pensé para mis adentros. Porque, si bien es probable que el ilustre navegante naciera en Génova, es lo cierto que no hay documento que lo pruebe de manera definitiva. (...).
Cene en el hotel. El inevitable frasco de mostaza de las mesas francesas es sustituido en Italia por el recipiente de queso rallado. En Italia podrán olvidarse del pan, pero jamás del queso. El agua de Génova me gustó mucho; era un agua serrana, delgada y fina como la de Madrid de antaño y, según pude comprobar al lavarme, de la misma suavidad al tacto.
Después de cenar Salí a tomar café. Tenía ganas de probar el famoso, archiensalzado café italiano, y entre en el primer establecimiento del género que halle al paso. La cantidad de café que me sirvieron, la dosis italiana, es como dos tercios de la española. El aroma era excelente. Bebí el primer sorbo...Y hay que rendirse a la evidencia.
Es un café sabiamente concentrado, de un sabor auténticamente positivo, exquisito.
Nunca había tomado tan buen café, Las cafeteras españolas son de marca italiana; el grano podrá
ser de la misma procedencia; pero el café resultante no es igual.
Y un grato detalle, que entonces creí peculiar de aquel establecimiento, pero que luego comprobé era general en toda Italia, es que el azúcar no lo ofrecen en terrones, sino molido, en unos grandísimos azucareros de plata, de los que el cliente se sirve a discrecion. (...).
Me fui a pasear en dirección al puerto, pero como la noche era algo fresca y amenazaba lluvia, volví pronto atrás por una calle estrecha y larga., que elegí por hallarse más iluminada que las otras. Ante sus numerosos bares y trattorie deambulaba la gente sin prisa o charlaba en pequeños grupos, en los que vi algunas jóvenes muy pimpantes. De una bocacalle sobresalía la trasera de un auto, de tal modo que mostraba a los paseantes su portaequipajes abierto, y dentro del mismo, un variado surtido de relojes, estilográficas, tabaco americano y otros artículos de contrabando. (...).
Varias jóvenes curioseaban allí y me llamo la atención lo cortas que se llevaban las faldas en Italia;
una chica con la que me cruce, la más exagerada, la llevaba casi un palmo por encima de la rodilla.
Y de pronto...
De pronto comprendí que estaba en plena calle del Conde de Asalto genovesa (*la aparición de la minifalda fue posterior al viaje del autor, realizado en 1963, y al texto de este libro, ya publicado por el diario valenciano Las Provincias, en forma de artículos, durante el primer semestre de 1965...).
(...) A la mañana siguiente hice la visita, il giro della citta que, según el prospecto que me habían dado en el hotel, comprendía el paso por numerosos lugares para terminar, con un aperitivo, en el piso 31 de un rascacielos. Cuando subí al autocar, lloviznaba ligeramente.
Los ocupantes del vehículo pertenecíamos a diversas nacionalidades; en el asiento anterior al mío iba un matrimonio mejicano con el que pronto entable conversación. Eran personas muy viajeras y conocían muchos países; el verano anterior habían estado un mes en el Japón.
Aquel dichoso giro de Génova fue una buena calamidad y una experiencia definitiva para no hacer más excursiones por agencia en ninguna otra parte.
A todo correr y salvando fuertes desniveles, porque el conjunto urbano de Génova se ha formado
escalando las colinas circundantes, atravesamos calles y más calles y pasamos ante iglesias y
palacios de los que nuestro cicerone se limitaba a dar los simples nombres. Tan solo condescendió
a explicarnos que el aperitivo del programa era gratuito,
obsequio de la agencia. Así vimos todo, sin bajar y a toda marcha, a excepción del cementerio de
Staglieno y la catedral de San Lorenzo.
El cementerio, al que llaman cimitero monumentale, justifica su denominación por el incalculable número de monumentos funerarios que contiene. (...)El cementerio de Staglieno esta entrecruzado por senderos bordeados de árboles y flores, como un jardín. Toda su escultura, una selva de mármol, es del siglo XIX y, por tanto, de un realismo romántico.
Es, dentro del género, excelente; pero por desgracia, tal género era intrínsecamente banal, anecdótico y dulzón. Todo lo romántico suele ser mediocre –lo que, como diría Huxley, no es una opinión personal, sino un hecho histórico. (...) Resta, sin embargo, una dificultad grave para aceptar plenamente que todo lo romántico es mediocre: la indiscutible calidad de la música romántica (...).
(NdR: sigue el resumen libre de varios capitulos...)