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Viaje por Italia por A. de Azcárraga (17)
"Dejando aparte la urbanización mussoliniana, muy hermosa, pero que por quedar un poco excéntrica apenas entreví, y los gloriosos monumentos antiguos –que ya es mucho dejar–, Roma me pareció una ciudad peor planificada que Barcelona, menos alegre y luminosa que Madrid.
Incluso, paseada por dentro, descubría algunos aspectos de ciudad destartalada. Pero en conjunto, vista desde el Janículo, ofrecía tan soberbio espectáculo que me hizo preguntarme una vez más como nuestra disparatada especie humana ha podido construir esos oasis de belleza en el oscuro y sangriento camino de su historia.
Continué subiendo por una avenida adornada con numerosos bustos de patriotas y una airosa estatua de Anita Garibaldi, hasta alcanzar una nueva plaza con otra estatua al proprio Garibaldi. Los dos monumentos garibaldinos hacían buen efecto; no así los bustos de los demás héroes de la unidad italiana. Estas cabezas, con quepis o chambergos emplumados, eran de una trivialidad notable, y su colocación allí no sabía uno si era muestra de patriotismo o si, inversamente, pretendía excitar y mantener tal sentimiento.
En la plaza había un teatrito de Guignol rodeado de niños y papanatas a los que me sumé. La anécdota era elemental y eterna: un muñeco que no quería más que divertirse y bailar y acababa bailando con la Muerte. El auditorio reía, porque los niños son iguales en todas partes y los papanatas también.
Son los únicos seres verdaderamente universales; los demás somos unos provincianos deformados por prejuicios locales o de secta. ¡Que bella esperanza, los niños! De los niños, mientras lo son, cabe esperarlo todo: que lleguen a ser grandes científicos, excelsos poetas, hombres honrados. Los adultos somos ya lo que somos – una buena birria, generalmente– y de nosotros no cabe esperar nada.
En el autocar que me volvió hasta el centro pude comprobar que, al igual que en Madrid o Barcelona, la gente tomaba los vehículos por asalto y con escasos miramientos para el prójimo.
Durante mi estancia en Roma visité también, como es lógico, numerosas iglesias; un español en viaje de turismo se siente acometido de insólito fervor.
Una de estas iglesias fue la vieja basílica –del siglo IV o V– de Santa María la Mayor, la más importante del culto mariano en Roma. Su entrada, sus proporciones y su espaciosa nave central le dan un porte majestuoso. Me la enseño un avispado monaguillo que, al enterarse de mi nacionalidad, me hizo retroceder hasta el pórtico para enseñarme una elegante estatua de Felipe IV, hecha según diseño de Bernini.
Otra iglesia de tipo basilical que también vi fue la de San Pietro in Vincoli, fundada para conservar las cadenas –vincoli– que San Pedro sufrió en la prisión.
Toda la iglesia, de mármoles gris y crema pálidos, y muy poco adornada, daba la impresión, como todas las basílicas, de vacío y frialdad. Al menos, esa impresión me daban a mí, lo que atribuyo a que la planta y disposición de estos edificios, que eran paganos, no experimentó modificación al dedicarlos al nuevo culto. Concebidos para sede de tribunales y centro de contratación, se resienten del originario destino. Son majestuosos, solemnes; pero su clima espiritual alcanza escasa temperatura.
Mas en San Pietro in Vincoli se hallaba, al fondo de la nave de la Epístola, una de las cosas de Roma que yo tenía particular deseo ver, el Moisés de Miguel Ángel. Y aquí lo veía al fin, tallado en ese mármol statuario, de calidad blanca y tibia, que el proprio Miguel Ángel iba a buscar a las canteras de Carrara. El Moisés al que su escultor representó con cuernos porque en otro tiempo –todo cambia– esas excrecencias frontales eran símbolo de fuerza y autoridad; el Moisés al que todos los sábados iban a adorar los hebreos «en ringleras, como estorninos», según el dicho de Vasari.
Este Moisés es solo el resto del colosal proyecto para la tumba de Julio II.
En principio, el mausoleo debía ser una obra de planta cuadrangular, que sustentaría cuarenta estatuas agrupadas en torno a la efigie del pontífice. Pero Julio II se dejó contagiar del temor supersticioso de sus parientes y del arquitecto Bramante, quienes le aseguraban que preparar la tumba era apresurar la muerte y, a poco de iniciada la obra, detuvo los trabajos.
El papa murió, no obstante; y el grandioso proyecto, de reducción en reducción, quedó al fin limitado a cinco estatuas: el Moisés, las dos figuras de Lea y Raquel que lo acompañaban y los dos esclavos que guarda el Louvre.
Según el proyecto primitivo, el Moisés debía situarse en un angulo de la plataforma. El escultor, pues, lo concibió para ser visto oblicuamente; y la colocación frontal en que hoy lo vemos no es, por tanto, la más favorable.
Mas nada de esto importa. El legislador hebreo de frente cornuda, barba fluvial e indignado gesto es una obra que, contemplada desde cualquier punto, deja asombrado al espectador.
Hay en ella encerrada una fuerza sobrehumana; ninguna escultura del mundo da esa impresión de voluntad y potencia.
Días antes, en el museo florentino del Duomo, había contemplado el San Juan Evangelista de Donatello. Sin posible duda, Miguel Ángel, al hacer su Moisés, se inspiró en aquel San Juan. Pero, ¡qué diferencia!
Al lado de Miguel Ángel y por lo que a fuerza se refiere, todos los escultores, incluso Donatello, son pigmeos.
Aquella noche hablé sobre el Moisés con un matrimonio anglosueco que, a la hora de cenar, me cedieron gentilmente un lugar en su mesa. El marido, John, hablaba sueco y francés además del inglés, su lengua nativa; su bella y simpática esposa, Harriet, los mismos idiomas que él y el español.
Y él español muy bien; de soltera había residido dos años en Madrid como profesora de idiomas. En Valencia había estado por las fallas, que recordaba con entusiasmo.
–Hacer una buena estatua es tan difícil como hacer un buen cuadro – decía John–. Pero su concepción es más ardua. El tema del escultor es muy restringido: el cuerpo humano. Sobre él se está trabajando hace muchos siglos y es ya muy difícil concebir nada original. Prácticamente todo ha sido hecho.
El último gran creador fue Miguel Ángel; todo lo posterior a él son imitaciones o tonterías.
–Temo que exagere usted un poco.
–Mi marido es muy tajante en sus juicios –dijo Harriet.
Fue una suerte, para mí, hacer amistad con este amable matrimonio. Ellos partían al día siguiente, en su automóvil, para Pompeya y Capri y me instaron a que los acompañara. Eran dos días que perdía de mi estancia prevista en Roma; pero rectificar proyectos siempre tuvo para mi mucho aliciente...
(sigue...)
La Laguna (67) di N.Cataldo
Ciao a tutti e buon ponte a chi lo fa!
Io, purtroppo, lunedì devo lavorare e, inoltre, dovrò dedicare almeno uno dei giorni di questo fine settimana a correzioni e preparazioni di esami vari.
E quindi scrivendovi questo blog mi prendo una pausa in quest'ultimo sabato del mese di aprile. Se devo dire la verità, oggi sto facendo fatica a carburare e ho molta più voglia di oziare che di lavorare. Stamattina, per esempio, ho fatto un giro per La Laguna con tanto di colazione al bar, breve visita ad un museo e giro per il mercato della città.
Al ritorno a casa, pranzetto leggero e siesta dalla quale mi sono appena svegliato.
Non vi offendete, ma a questo punto avrei dovuto fare qualcosa di più produttivo, però preferisco
iniziare questo primo pomeriggio con qualcosa di più piacevole.
La scusa? Spero che scrivere questo blog possa contribuire ad attivarmi per sbrigare qualche faccenda lavorativa più tardi. Ma ritorniamo a questa mattina perché mi piacerebbe parlarvi dell'esposizione de El Roto che ho visto stamattina.
Si tratta di un pittore e fumettista famoso a livello nazionale soprattutto per collaborazioni con vari giornali e riviste, tra cui El País. Conoscevo le sue vignette sempre critiche su vari aspetti dell'attualità spagnola, ma stamattina mi ha sorpreso con dei quadri davvero impressionanti.
Arte a parte, è stato, come sempre ad aprile, un periodo di intenso lavoro e pochi momenti di svago.
Nonostante il poco tempo libero, però, sono riuscito a concedermi un viaggetto a Gran Canaria durante
il secondo fine settimana del mese.
Anche in questo caso ho utilizzato una scusa: il concerto di Fito & Fitipaldi, gruppo in attività da vent'anni che ha inserito Las
Palmas nel suo tour anniversario.
Era un bel po' che non andavo ad un concerto e, inoltre, mi è piaciuto anche cambiare aria e visitare il mio amico Doramas in quel di Telde, quarta città per dimensione dell'arcipelago dove ci siamo concessi un bel pranzetto canario.
A Las Palmas, invece, abbiamo fatto un giro sul fantastico lungomare cittadino (forse l'unica cosa che Tenerife dovrebbe invidiare a Gran Canaria) e un pranzo domenicale in un ristorante coreano.
Perché il coreano? Semplice: perché a Tenerife, che io sappia, non ce ne è neanche uno.
Del secondo fine settimana del mese ricordo solo due cose: un sabato sera in giro per i bar de La
Laguna con Juan e una domenica in hangover parzialmente alleviato da un caffé pomeridiano in un
bel bar con un fantastico panorama a Punta del Hidalgo, piccolo paesino nel nord dell'isola.
Arriviamo così allo scorso fine settimana contraddistinto dal Plenilunio di Santa Cruz.
Si tratta di una specie di Notte Bianca organizzata due volte all'anno, in autunno ed in primavera, in coincidenza con la luna piena dal comune della capitale dell'isola.
Ci sono varie attività in giro per la città. Quest'anno, però, la festa è stata rovinata dalla pioggia presente in modo più o meno continuo durante tutta la giornata.
Poco male perché ci siamo organizzati diversamente. Sabato ventuno, infatti, non c'era solo il Plenilunio, ma anche la finale
della Copa del Rey e quindi ho invitato qualche amico a casa per vedere la partita, stravinta dal Barca contro un deludente
Siviglia.
Dopo, siamo scesi in strada per vedere uno dei concerti previsti nel programma del Plenilunio, ma, causa pioggia, non c'era
molto movimento e allora siamo andati a bere qualcosa e a ballare un po' all'Hombre Bala, per capirci, la versione capitolina
del Blues Bar lagunero.
Come al solito, in ottima compagnia, con un paio di birre e con la musica giusta mi sono lasciato andare al ballo sfrenato che
è uno dei miei sistemi preferiti per staccare la spina e dimenticarmi per una serata di tutti i doveri e delle preoccupazioni.
Per quanto riguarda questo fine settimana, ieri sera serata tranquilla con pizza e film, entrambi pessimi.
Ma non ci sono problemi perché l'idea era semplicemente riposare e spegnere il cervello dopo una dura settimana di lavoro.
Stasera si prevede un'altra serata molto tranquilla, ma questo volta con una motivazione molto più interessante. Come vi
dicevo nel blog del mese scorso, infatti, domattina parteciperò alla mezza maratona de La Laguna e quindi stasera tocca
riposare bene e incrociare le dita per fare un'ottima gara domani.
Dopo i 21097 metri, verrà il premio: una festa con tanto di grigliata di carne a casa di amici argentini per recuperare un po'
di energie sotto forma di proteine carniche e liquidi, senza esagerare, però, che lunedì si lavora ;)
Ma dall'ultimo fine settimana di aprile, facciamo un flashback per tornare al primo del mese del quale non abbiamo ancora
parlato.
Sabato 31 marzo, ho accompagnato la mia famiglia, che mi aveva fatto visita nella settimana di Pasqua,
all'aeroporto sud e di lì ho fatto un salto a Vilaflor, il municipio più alto della Spagna a circa 1500 metri
di altezza sul livello del mare, alle pendici del Padre Teide.
C'ero passato tante volte davanti, scendendo da o salendo sul Teide, ma non mi ero mai addentrato per vedere, per
esempio, la piazza del paese. Ve lo consiglio perché è uno degli angoli dell'isola che conserva meglio lo spirito e la tradizione
delle Canarie e anche perché, forse grazie all'altezza, si respira un'aria diversa.
In questo blog vado sempre di weekend in weekend, ma alla fine parlo anche sempre un pochino di qualche attività infrasettimanale e queste due paginette del mese di aprile non saranno un'eccezione.
E come al solito, uno dei compagni delle mie serate infrasettimanali è stato il calcio e, in questo caso, prima i quarti e poi le semifinali della Champion's League.
Varie partite ed una meglio dell'altra. Quasi tutte le ho viste in differita perché dal lunedì al giovedì lavoro fino alle 20:30 ora canaria e allora mi rimangono due opzioni.
Vedere solo il secondo tempo dei match della Champion's o registrarli e vederli con calma e dall'inizio al rientro a casa.
Evidentemente scelgo la seconda opzione e, per non sapere il risultato, spengo il telefono e mi scollego dal mondo.
Per queste evenienze, ho un telefono di emergenza di quelli vecchio stampo che funziona solo con chiamate ed sms e il telefono fisso.
Entrambi i numeri, ovviamente, sono in possesso di pochissime persone che sanno prefettamente che rivelarmi il risultato
metterebbe fine alla simpatia e all'affetto che nutro nei loro confronti... e, se non lo sanno, lo scopriranno da questo blog
perché, come si dice in questi casi, "uomo avvisato mezzo salvato" ;)
Per fortuna, martedì prossimo è festa e quindi non ci sarà bisogno di ricorrere al mio telefono di emergenza (o di carnevale;)
e potrò vedere la partita in diretta come tutti i comuni mortali appassionati di calcio.
Se volete farvi un'idea di come funzioni, pensate che la famosa rovesciata di Cristiano Ronaldo contro la
Juve o i sette gol di Liverpool-Roma io li ho visti quasi due ore dopo il resto del mondo.
In coincidenza con la rimonta della Roma contro il Barca (con un po' di fortuna forse non l'ultima) ho cenato con un bel
gruppetto di amici vecchi e nuovi riunitisi grazie alla visita di Francesco e la sua famiglia. Francesco è un mio vecchio amico,
e quasi compagno di appartamento, di Pescara che è venuto con sua moglie Claudia e con i bellissimi Pietro ed Emma a farci
visita a La Laguna durante la seconda settimana di aprile.
Come sempre, è stato un piacere rivederli e ricordare i vecchi tempi e gli aneddoti di un magico appartamento a Barrio
Nuevo che non abbiamo condiviso per pochi giorni. Mi spiego: la prima volta che sono arrivato a Tenerife, Francesco, dopo
un Erasmus di un anno, aveva lasciato l'isola da una decina di giorni e quindi ci siamo conosciuti in occasione delle sue visite
successive.
E allora non abbiamo mai condiviso l'appartamento, però alcuni amici e compagni di appartamento in comune ci hanno
presentato e abbiamo fatto subito amicizia.
Proprio per questo motivo, voglio chiudere questo blog con un caro saluto ad un vecchietto canario simpaticissimo, il mio primo proprietario di casa qui a Tenerife che ci ha lasciati qualche giorno fa.
Grazie a lui e, soprattutto, ad un appartamento magico e pieno di vita e di risate ho conosciuto tante bellissime persone che ho ancora la fortuna di poter considerare miei amici. Poco importa se qui a Tenerife o a distanza.
Un abbraccio a Don Humberto e a tutti voi
Nico
Viaje por Italia de A. de Azcárraga (16)
El Panteón. –Paseo por el Janículo. –Basílicas. –El Moisés de Miguel Ángel
El Panteón, como indica su nombre, estaba consagrado a todas las divinidades; era el símbolo de la unión de todos los cultos bajo el Imperio. A principios de la Edad Media, un papa hizo trasladar allí muchos restos de mártires enterrados en las catacumbas, y dedicó el Panteón a la Virgen y a todos los mártires, perpetuando así, en el culto cristiano, su destino original. Pero el nuevo nombre que le dio y que sigue siendo el suyo canónico, Santa maría de los Mártires, no lo conoce casi nadie; popularmente se le llama La Rotonda, a causa de su forma circular.
Su exterior es inarmónico y amazacotado. La cúpula, que es una semiesfera perfecta, esta ahogada por el muro, que solo deja ver el casquete superior. La plana disposición de la fachada rima tan mal con la cilíndrica mole, que parece un añadido extemporáneo, un postizo. Hubo un tiempo en el que el aspecto exterior fue todavía más feo, cuando Bernini le agrego dos pequeños campanarios– ya justamente demolidos– que asomaban tras el frontón y a los que el pueblo dio en llamar «las orejas de burro de Bernini».
El interior del Panteón, en cambio, es de una imponente belleza. Sobre todo, por la vastedad de la cúpula, una de las obras más atrevidas hechas por el hombre y que se conserva intacta desde hace veinte siglos. Tiene cuarenta y tres metros de diámetro por otros tantos de altura, lo que significa que, de haberse completado la superficie esférica, la semiesfera interior seria tangente al suelo. Es la cúpula más grande del mundo– la de San Pedro tiene medio metro menos–, pero lo más interesante de ella es que su decoración radica en su propia estructura. La forman varias filas hasta llegar a la única abertura por donde recibe luz el edificio, un círculo de nueve metros de diámetro a cielo abierto. Cuando llueva, se colara por él muy bien el agua –salvo que algún dispositivo lo evite, detalle que se me olvido preguntar.
Cervantes pone en boca de don Quijote una curiosa anécdota de la visita de Carlos V al Panteón. El emperador subió a la techumbre para contemplar su interior desde el inmenso tragaluz, y más tarde, el caballero romano que le acompañaba le confeso que había sentido el deseo de abrazarse a su Sacra e Imperial Majestad para arrojarse con él y dejar fama eterna en el mundo. El emperador, tras agradecerle que no lo llevara a efecto y otorgarle una gran merced, le prohibió que jamás volviera a estar donde él se hallara, por si otra vez no era capaz de resistir a la tentación.
En los nichos del muro circular, imágenes cristianas han venido a reemplazar las estatuas de divinidades del paganismo. El ritmo alternante de los vacíos de estos nichos y de los macizos del muro, la armonía de proporciones del templo y la grandiosidad del conjunto, hacen de este interior una de las obras maestras de la arquitectura de todos los tiempos. Rafael lo dibujo y quiso ser enterrado allí; Miguel Ángel calificaba de angélico su diseño
El Panteón alberga tumbas reales: la de Víctor Manuel II y la de Humberto I y su esposa, Margarita de Saboya. Son unos mausoleos cuya recargada ornamentación desentona con la grandiosa simplicidad arquitectónica del templo. También contiene las tumbas de varios artistas: Rafael, Carracci, Vignola... La de Rafael, flanqueada por un busto del pintor y otro de su prometida, tiene una lápida con el dístico????? que compuso el cardenal Bembeo: «Aquí yace Rafael, por el que la Naturaleza temió en vida ser vencida, y morir a su muerte».
Resultan extraño, para un español, este aire secular y nacionalista de algunas iglesias del extranjero. Lo digo pensando también en la Abadía de Westminster, atiborrada de estatuas y lapidas de héroes, políticos y escritores ingleses. Pero, al fin y al cabo, en Inglaterra la Iglesia es nacional. Más sorprendente es ver en Italia– como en Santa María del Fiore o Santa Croce en Florencia, o aquí en Roma en el Panteón– esta exaltación de lo nacional.
La plaza de la Rotonda, con su pequeña fuente y su obelisco egipcio, es una plaza muy animada en la que hay varios restaurantes. Entré a uno de ellos, donde almorcé frutti di mare y cotolette alla milanese. Recuerdo que pensaba, mientras comía, que llamar fruta de mar a los mariscos era una graciosa e inesperada metáfora. Y también, que la mejor cocina italiana debía ser la del Norte, por la frecuencia con que en las listas leía platos alla milanese, alla bolognese y a otros estilos de ciudades septentrionales.
Por cierto que en aquel restaurante, que tenía por dentro un aspecto mucho más lujoso de lo que cabía adivinar por su exterior, hice un tanto el paleto. Después de lavarme las manos busqué la toalla vanamente. Se la pedí a una doncellita muy peripuesta, quien se acercó sonriendo a un aparato que yo había confundido con el calentador de agua y, pisando una palanquita, dio salida a la corriente de aire cálido donde me sequé.
La cuenta que después me presentaron superaba con mucho el mérito de los platos y mis normas de tesorería. Tanto, que me hizo pensar si los gangsters italianos de Norteamérica habrían decidido repatriarse y montar restaurantes. O si tal vez el uso del aire caliente era un extra que encarecía la minuta. En cualquier caso, si ustedes van a Roma, les aconsejo que en los restaurantes de aspecto distinguido se atengan al menú o, como allí se dice, al prezzo fisso. Es una precaución saludable.
Pensé que me iría bien un buen paseo para digerir las frutas de mar y el trabucazo. Seguí el Corso Víctor Manuel, crucé el Tíber por el puente de Amadeo de Saboya y luego empecé a subir otra colina famosa y la más alta de Roma, el Janículo, que debe su nombre a un templo que allí hubo dedicado a Jano. En la primera cuesta me detuve ante la encina, ya muerta y apuntalada, a cuya sombra escribió Torcuato Tasso muchos de sus versos.
No sé si les hablé ya de la intensidad y rapidez de la circulación en Roma. Las maquinas– en Italia suelen llamar así los automóviles– corren como exhalaciones. Allí, en la carretera asfaltada que contornea el Janículo, más que ver los coches, los oía. Afortunadamente, el chirrido que hacían al tomar las curvas suplía al prohibido bocinazo. Pero en el centro de Roma el maremágnum circulatorio era tremendo. Una vez que tomé un taxi me decía el conductor:
–Pues ahora no es nada. Hay que ver esto en pleno verano, cuando entra el torrente de máquinas extranjeras. Y en Roma hay matriculadas más de setecientas mil, que aumentan al ritmo de cien mil por año. Es un problema que no tiene solución, salvo la del nudo gordiano.
Ascendiendo por el Janículo llegué a la plaza del Faro, magnifico mirador para contemplar Roma.
En primer término una cinta verde, los arboles de las orillas, señalaba el curso del Tíber; detrás se extendía el inmenso caserío, del que sobresalían las grandes arquitecturas: la mole del castillo de San' Ángelo, con los torreones que le añadió el papa Borgia, y las numerosas iglesias que elevaban sus campanarios y cúpulas al cielo.
Al fondo se veían las amplias manchas verdes de las colinas arboladas: el Pincio, el Esquilino... Destacaba, mas blanco, el monumento a Víctor Manuel II, que si visto de cerca lo encontré enfático y wagneriano, a esta distancia adquiría un indudable empaque. El nombre oficial de este monumento es Altar de la Patria, per su peculiar forma ha hecho que los romanos le llamen irónicamente «la máquina de escribir».